miércoles, mayo 02, 2007

El cerro del Bú

Bueno y lluvioso día del señalado dos de mayo por estos lares. Hoy se cumple el primer aniversario de esta página y, como tal era una cita obligada con Argantonios para un servidor. Para la ocasión he elegido un lugar apenas conocido por la gran mayoría de los miles y miles de turistas que la extraordinaria y mítica ciudad de Toledo recibe cada año, que no así para los oriundos del lugar y aficionados a la escalada. Para los primeros por ser un perfecto y habitual lugar de retiro vespertino, y para los segundos por constituir un apetitoso promontorio digno de entrenamiento y disfrute para cotas mayores, si el alpinista así lo estima oportuno. Este sitio es el cerro del Bú. Las vistas de Toledo desde este cerro y desde los Cigarrales son majestuosas, de ahí están tomadas la mayor parte de las fotos de Toledo mundialmente conocidas, algo similar a lo que ocurre desde el mirador de San Nicolás en Granada, donde la contemplación de la Alhambra y de la ciudad es de ensueño.
El cerro del Bú se encuentra en el margen izquierdo del también mítico río Tajo, o Tagos para los que fueron habitantes del cerro del Bú, el de las auríferas arenas, que en forma de curva de herradura en su hoz envuelve por el margen derecho a la antigua Toletum, en perfecta simbiosis con la que es seguro su ciudad favorita con permiso de Lisboa, pero esa es cosa aún muy lejana para él, ya camino de su fin antes de sumergirse en los confines del océano.
Mi conocimiento sobre la historia de este cerro data del año pasado, pues en un artículo denominado "La ciudad de Toledo y el Tajo: más que una singular fachada fluvial en la península rocosa" de Mª Lourdes Campos Romero, del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Castilla-La Mancha, ésta señala al Cerro del Bú como el poblamiento originario de Toledo. A raíz de ahí traté de documentarme al respecto y preguntando en celtiberia.net, vi principalmente que hay dos hipótesis de opinión al respecto; una primera que dice que los carpetanos fundadores de Toledo se situaban en la orilla izquierda del Tajo, sobre el mencionado cerro, y que al llegar los romanos, éstos pusieron su campamento sobre la actual "península rocosa" de Toledo, siendo absorbida finalmente la población del cerro y quedando este abandonado. Y una segunda que dice que había varios poblamientos en los alrededores, siendo el principal el del actual Toledo, por lo que el del Cerro del Bú, se podría decir que era una especie de pedanía o de poblamiento dependiente del situado en el actual Toledo. Yo me decanto sobre esta segunda hipótesis, pues en mi opinión, si la capital de la Carpetania era Toledo, esta debería ser mucho más extensa en realidad que la superficie documentada en Cerro del Bú, aparte de que el marco estratégico de la actual Toledo sería mucho más atractivo en ese sentido para sus originarios fundadores.
En el cerro del Bú, se han documentado restos de la Edad del Bronce, de la Edad del Hierro e incluso igual no fue abandonado en época romana como principalmente se cree y como ha ocurrido en tantos otros poblamientos de la península Ibérica, pues también se han encontrado restos de época árabe, lo que indicaría que igualmente en la Edad Media tuvo población.
Así, movido por todos estos datos, emprendí junto a Raquel, la primera argantonia colaboradora en este sitio web, rumbo en el moderno tren de alta velocidad a la antigua capital de los carpetanos, único medio ferrovial que une en la actualidad Madrid con Toledo, y que en media hora te pone en aquella joya monumental, aunque para el desplazamiento diario de mucha gente que trabaja y vive en una y otra ciudad, debe ser muy caro, por mucho abono de viajes que pongan a la venta. Nuestra intención en esta nueva visita a Toledo, por tanto era contemplar mayormente el "Toledo natural", es decir, la mencionada hoz del río Tajo que envuelve la ciudad por su parte sur, y trás llegar callejeando por sus estrechas vías laberínticas (gran plácer en dicha ciudad, donde fácilmente se desorienta uno), comenzamos a caminar por una senda natural por la orilla del río buscando un puente cercano al de Alcántara, por donde finalmente pasamos a la orilla izquierda del más largo río ibérico. En esa zona, como en tantas otras ciudades patrimonio de la Humanidad, que tanto abundan por suerte en nuestra península, asimilas de todas todas que estás ante una auténtica ciudad telúrica donde la roca, el agua, la naturaleza y la historia viven totalmente en una armonía que no es de este mundo.















Cerro del Bú. En el extremo superior izquierdo se puede apreciar el Alcázar, y en el derecho el Castillo de San Servando.


Siguiendo una carretera que bordea toda esa orilla, por fin llegamos ante el protagonista de este pequeño artículo, el Cerro del Bú. Ahí os pongo un par de fotos propias (¡por fin!) que tomé con la cámara de Raquel, donde se pueden ver las plantas rectangulares de algunas viviendas y parte de la línea por donde transcurriría una muralla. Nuestro camino aún iba a ser bastante largo, por lo que no permanecimos demasiado tiempo ante el cerro del Bú. Prometo en una futura visita volver con mayor cantidad de material fotográfico del cerro desde todos los ángulos que, por supuesto, pondré aquí.

















Para terminar, me parece muy interesante señalar de donde le viene el nombre a este cerro, y no es de otro que del propio demonio, de Bercebú, de ahí su nombre como diminutivo de este. La leyenda que sobre el mismo existe, es un ejemplo más de como la Iglesia cuando algo tiene tinte pagano o pertenece a culturas ancestrales precristianas, siempre trata de demonizarlo. Suponemos que no es algo exclusivo de la religión cristiana y que otras previamente han hecho lo mismo con creencias anteriores a ellas, pero eso es algo que no conocemos tan claramente como con la Iglesia, que cuando ve que no puede imponerse por la fuerza, o a través de su propaganda, en el caso de ritos bastantes arraigados en la población, los acaba "cristianizando" y de eso tenemos muchos ejemplos: la Navidad, San Juan, el día de los Santos, el Camino de Santiago, etc. La leyenda sobre el Cerro del Bú de Toledo cuenta algo así como que antes de que llegaran los romanos a Toledo, vivía un pueblo primitivo y cruel. Éstos adoraban a Baal-cebu, un dios demoniaco, que les exigía sacrificar vírgenes cada cierto tiempo para aplacar su ira. Un sacerdote de la tribu, que realizaba los sacrificios a este dios, se enamoró de una bella joven a la cual debía sacrificar. El hombre, para no cumplir con su cometido y por tanto no quitar la vida a su amada, emprendió la huida con ella. La cólera de Bú fue tan grande que la tierra se resquebrajó y una legión demoniaca salió en busca de la pareja. Al no conseguir encontrarlos, Belcebú maldijo la montaña, y juró que los amantes que se besaran en ese monte acabarían odiándose.

Curiosamente al contemplar el cerro desde el camino a Los Cigarrales, vimos en un banco a una pareja besándose muy tiernamente. Para alivio de ellos diremos que estaban cerca del cerro, pero no en el mismo cerro, así que igual se libran de la "fatídica" maldición. Se dice desde la Edad Media, que entre los restos del cerro están los cimientos de una torre, la "Torre del Diablo", donde estaba situada una puerta hacia el infierno, incluso un internauta toledano, de quién he sacado las anotaciones de esta leyenda, cuenta que una anciana le contó que en las noches de luna llena, algunas personas ven una puerta abrirse entre las rocas y se ve salir una luz rojiza. Así es Toledo, una ciudad de leyenda, en esta web podreis disfrutar de todo ese acervo cultural manifestado en forma de leyenda:

http://www.leyendasdetoledo.com

No podemos despedirnos sin hablar algo de Los Cigarrales que ya hemos mencionado y a los que Tirso de Molina dedicó una famosa miscelánea. Éstos se encuentran a continuación del Cerró del Bú, en la misma orilla y también en la parte sur de la ciudad. Son una especie de montes y campiña que ya los antiguos romanos adinerados de Toledo utilizaban para escapar del bullicio de su Toletum y construir ahí sus magníficas villas. La costumbre entre los adinerados continua también dos mil años después, y así pudimos ver magníficos chalets, que más que chalets parecían mansiones. Eso sí, por disfrutar de un estupendo atardecer dominical en esa zona de la ciudad, de momento no cobran, y gran número de toledanos, jóvenes y mayores, allí estaban disfrutando de esa magnífica tarde que a nosotros tanto nos sedujo. Hasta la próxima.


Vista de Toledo. El Greco. Al fondo se puede ver el Cerro del Bú y más allá aún, Los Cigarrales.